viernes, 29 de enero de 2016

B R A S I L

B R A S I L


No recuerdo el momento exacto en el cual la obsesión por esta nación empezó a invadirme; hace ya unos casi 4 años mis deseos por visitar este país tenían agotada a mi madre con mi constante insistencia para que me comprara unos tiquetes aéreos, me diera dinero y como decimos popularmente, "irme a turistear". 

Confieso que los motivos por los cuales quería visitar este país, se remitían más hacia el lado banal que cada uno de nosotros tenemos dentro, pues a modo de teoría personal, tengo la creencia de que todos los seres humanos somos una dualidad, y no de cuerpo y alma como lo plantea el Yoga, la teoría Arteaga plantea que todos los seres humanos somos una dualidad de superficialidad y espiritualidad. 

Así es, un lado superficial en el cual están albergados nuestros intereses tales como el fijarnos en el aspecto físico de las personas que nos rodean, las ultimas tendencias de la moda, las actualizaciones tecnológicas, las dietas en auge, los sitios con las mejores fiestas y los buenos restaurantes. En contraste a esto, el lado espiritual se acerca más a lo sentimental, donde están concentrados nuestros deseos por encontrar una pareja estable, el deseo de amar, ayudar a los demás, pasar tiempo con nuestros amigos, acercarnos a Dios, cuidar la naturaleza y reconocer su majestuosidad, o simplemente ser unas buenas personas. El lado espiritual va más allá de las apariencias y el continuo deseo de tener y acumular riqueza o bienes materiales.

Lo que me obsesionaba entonces de Brasil era lo excéntrico de ciudades como Rio de Janeiro donde se lleva a cabo el famoso "Festival de Rio", celebración en la cual la gente bien parecida, las buenas fiestas y el licor estaban a la orden del día. Su gente atractiva como Alessandra Ambrosio en pasarelas de BALMAIN, Adriana Lima y Diego Fragoso en pasarelas de GIVENCHY o Marlon Texeira en las pasarelas de Dolce Gabbana. Lo sensual de la Samba, los rascacielos de Sao Paulo que te dejan sin aliento con solo mirarlos, sus buenos jugadores de fútbol, el imponente estadio Maracaná y el cierto grado de libertinaje manejado al interior de su cultura. 



Infortunadamente para mí, afortunadamente en este momento desde una visión un poco más madura, tan solo tenia 17 años en ese entonces, era claro la negativa de mi madre respecto a permitirme viajar solo aun país suramericano complemente bajo mi responsabilidad. Fue ahí cuando surgió la oportunidad de viajar a la Jornada Mundial de Juventud, con compañeros del colegio al cual asistía y del rector, un sacerdote de unos 70 años aproximadamente, junto con otros maestros y compañeros de las diferentes sedes del colegio al interior del país. Esta era la única opción de poder visitar dicha nación por la cual estaba tan obsesionado, sonaba un poco ridículo teniendo en cuenta mis intereses ya mencionados y el cronograma de dicho evento, desde reuniones campales con el Papa y misas en Copacabana, una de las playas más famosas del mundo, caracterizada por las buenas fiestas y personas con cuerpos cautivadores. Pero en fin de cuentas era el trato más maduro y razonable al cual podía llegar en ese momento con mi madre. 

Hoy me siento completamente agradecido por la experiencia, gracias a esto conocí gente increíble y me di cuenta que el resto de mis compañeros de viaje iban con intenciones de también viajar y pasar un buen rato, la excusa de la Jornada Mundial de la Juventud también aplicaba para ellos, pero fue gracias a esta que la experiencia fue diferente. Gracias a esto aprendí de un país mas allá  de la imagen vendida en el extranjero por sus modelos en las pasarelas de alta costura o los jugadores de fútbol en los clubes mas rentables de mundo. Aprendí de un país de gente real y amable, de personas que me abrieron las puertas de su casa como a uno más de sus hijos y preparaban para recibirme los mejores banquetes dignos del visitante extranjero con el cual se sentían honrados por su visita.





Ahora las memorias no pueden ser mejores, al recordar Brasil pienso en mis compañeros de viaje y de las muchas aventuras vividas en el metro de Rio y las desgastantes caminatas desde Ipanema hasta Copacabana. Recuerdo su gente orgullosa de sus raíces y de luchar por defender esta nación amada no solo por ellos, sino también por viajeros como yo los cuales descubrieron lo mejor de su pueblo durante su estadía. Gracias a la Jornada Mundial de la Juventud y compañeros de viaje, porque en esta ocasión vuelve a triunfar la espiritualidad sobre la superficialidad, en esta constante dualidad vivida por cada uno de nosotros día a día. Fue esta la oportunidad perfecta para vivir mi paso por este territorio como un viajero y no como un turista, porque los viajeros van de la mano de la espiritualidad y los turistas de la superficialidad, y no es que sea malo, son simplemente diferentes concepciones tenidas del mundo en cierto momento de nuestras vidas y como seres duales, hay experiencias de viaje vividas como turistas y otras de un significado mucho más profundo, como viajeros.





FOTOGRAFÍAS PROPIAS.

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